lunes, 9 de abril de 2012

84

El hombre cantaba, ebrio. Y ella, en la cama, desnuda, batía las palmas. Bebía champagne.
Exelente representación...

( Abrazame si me suicido en el silencio de mi sangre. Si mi cabeza, rota, vaga buscando tu cuerpo. Si bailo y hago tuyo el amor con un sonido a viento fracturado ).
Y, en su mirada, la mujer desató el silencio de sus ojos.

- Vamos querida, bébetelo y descansa de una vez.
- No, llénamelo.

Serge buscó la parabólica trayectoria de su orgasmo.
Y Rocío.
Esa húmeda sonrisa. Sus caderas gruñen de deseo.

Ya no hay nada que hacer.
-Me cogió los dedos y me los colocó, ahí, entre sus piernas-.
( Las tenía abiertas, pero sólo un poquito ).

- Por favor, quiero que me hables siempre. Sopla en mis poemas. Embóscame la ortografía. Hazme tu rehén. Late conmigo cuando apenas pueda respirar.

Dos camas heladas.
Se baja el telón sin que se divisen los pies.