martes, 4 de febrero de 2014

179

Mi mirada se baña en tus caderas, tu cabello ríe moviéndose, te montas muslo a muslo, nos untamos, veo nacer un taxímetro entre tus pechos, mis besos juegan a la ronda sobre tu boca, tus labios me acercan al horizonte, hay cintas de oro mojadas en tu deseo, las pupilas arrastran sus piedras caídas, se nos llenan de mareas los callejones del alma, ideas rotas resbalan por los poros con el espesor de una palabra usada, me completas de amor donde comienza el olor de los ecos de tu orgasmo, después la inmovilidad nos desbarranca, salimos de una montaña rusa, un ser lleno de sonrisas nos atrapa, y se mueven las hojas de los árboles afuera, y la descarga sexual los unta de verde solemne, electrocutamos la suavidad curvada del cariño, y así nos dormimos, como dos latidos galvanizados, como dos letras cursivas, una caricia se coagula entre las voces del sueño, a orillas de tu aliento mis dedos se mojan, tus párpados saborean lo que palpas mientras sueñas, hay veces que gimes cuando la lumbre piensa en tus mejillas, pero ella se perturba por un instante y luego marcha, la distancia se hace escarcha en el vacío, la luz redondea el vuelo del reposo, en los techos nuestros sentidos viajan descalzos, luego tiran de la envoltura del cosmos, queremos agarrarlo todo, el polen de las estrellas se pega a las ventanas, por pudor el silencio se aleja erecto, hubo un tiempo en que la tristeza se ponía azul entre soplos de aire que trataban de encontrarle algo a mis arterias, tu no estar flotaba como ahora, sin carne de poesía para llenarla de acuarelas, la tibieza ya no estalla, pero florece en el esfínter de la esperanza, volverás vida a hundir tus ovarios, y a caminar y caminar entre los gestos hasta llegar a mi pecho perdida en la espesura de tardes más libres que ésta, ésta donde te escribo hasta que te disuelvas, ahora llueve, trotas desnuda por mis venas.