martes, 14 de mayo de 2013

141

Y con ella
llegó la poesía a encontrarme
como una brisa oculta en el gris del viento
y mi boca
que no sabía nombrarla
y mi sexo
revestido de arcángel 
ahora 
se llama mujer 
y bebo la pasión de su alma 
en mis ideas.

Alguna vez volveremos a ser amor, volveremos a ver a la muerte sentada, sin rostro, tocándose la vida, sola, sin saber que decirnos, con sus ojos negros gastados por la fiebre, perdidos en su soledad quemada, pulverizados desde el lugar en que nuestro silencio nace, oprimiendo un arpa en los brazos detenidos de la nostalgia, y una grieta le hablará, abierta, pulsando las orillas de un torrente lúgubre, donde viviremos vestidos de rojo, adormecidos dentro de un sueño, ya se abre un ojo en el lodo bajo tierra, el iris es un dardo vacío, constelado, ahí vivimos en nuestras formas no acabadas, como dos corrientes en gestación, y yo me filtro por el sol abierto de tu útero, y tú pones la boca en la parte más pura que ha rodado de mi muerte, tal vez el fin sea sólo una palabra que deje sus cenizas, o un payaso adolescente que cante...para que yo nazca desde tu antorcha.