martes, 21 de mayo de 2013

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Quisiera la penumbra en los espejismos de su deseo, un minuto profundo bajo el follaje de la esperanza, arrojar estos capítulos encerrados en el hielo, repetir su nombre a lo largo de los renglones, a la deriva, en mi bumerang de mimo encelado, de apoeta lineal entre volutas de trueno mudo, como un hueco seco, que subsonríe ante el delicado perfume de un glóbulo de espuma, a orillas del crepúsculo en el cráter de la nada, por eso ella lleva un nombre secreto, y es como su figurita salvaje, encogida, la médium que se inunda en el cúmulo de sus recuerdos, un ángel verde que se mira los dedos, asfixiado, entre dos profundidades del erofrotamiento de su psiquis con mi equis, del garfio que arpa su levitadísima tea contra mi llama de rizos demacrados, y tus pies secretos, siempre hundidos en la tumba de mi musgo, en la proa de mi desierto imaginativo, tú, toda mía, te edenizo con mi sexo, te lleno, a medio pecho, con mis márgenes y mis roces, con ninfómanos finales que te sonríen, intradérmicos, eres el duende del vicio en un "toc" sobre mi andén, y lloras por travesías, esas de ola que pisa la sombra de sus orificios en mi lengua de mareas, esas de la palabra que se está por decir metida en el espectro diario, y yo en mi yo lívido de libido, tan pseudónimo como un "gong" en el suspiro de una luz eléctrica que se quema en el diccionario, ya no sé si soñar con pasarte mis cordones sentado en la vereda, y que tus gentes fuesen salvavidas, y te peinaran el miedo cloroformado, sin vernos las erocolas, esas que creamos para ser el uno en el otro, totales como ideas neurofugaces encerradas en una sílaba que canta, así completos, sin intermedios que nos pudran la alegría, ni tampoco el entonces, tan huéspedes de nuestros lagrimales y sus olas diametrales, con sabores a pez sangriento, a tu herida, que es un ángel contrahecho de lo que late entre tú "no" en órbita, y mi "sí" gravitante.