martes, 21 de enero de 2014

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Escondía palabras muy limpias para escoger sus nuevos silencios, siempre quiso ser el malabarista de las tristezas traslúcidas, o sembrar termómetros frente a fronteras inútiles, quería habitar en el corazón de un pájaro y ser su sílaba al alba, ver al amor ser una piedra desde la fisura de un paraguas, el color verde era mudo y nadie lo sabía, al interior del tambor de un circo yacían el olvido de mi tentación junto al para qué de sus promesas, ambos viajábamos en el tren del nunca con el además de otras cosas hacía la luz del viento entre los pinos, la suavidad puso su cabeza rota bajo la lluvia y así desinhaló lo hueco, eramos amantes cuando el lenguaje se nos voló por el tejado, entonces un vestido rojo tocaba tu boca, de mis labios sólo salían aquellos fetos arrodillados entre la respiración y mis besos, una bala de alcohol flotaba en un río cada vez que movías tus ojos, estabas ebria, tu risa era un puente donde poder observar las hojas secas de mi alma, la memoria se hizo entonces vertical y me llamó, había pequeñas canciones soleadas pegadas a la lejanía de mi pared, ahí quedaron signos donde la alegría pidió entrar, alguna vez la pena será llovizna en tu belleza, la nostalgia hará su ruido inmóvil en tu piel, vas a morir cuando los bordes de una mirada humana miren como se abre tu sombra, la psique es la panza de un ángel furioso (dijo un ornamento que agonizaba en un tejado), hay infancias con corazón que desaparecen frente a los muros rosados que tallan las lluvias, pusiste el ala de mi esperanza entre las rendijas de una pluma para que yo la mojara, algo baila cuando el aire se rompe contra una piel quieta, allí nace un sonido hecho tacto, hay algodones que se ausentan de los cuentos de los niños cuando van a ser criminales, nuestros abrazos no dados se gastan en el temporal del destiempo, ahora muero... áspero como el contrapunto de tu  entrepierna.