martes, 24 de septiembre de 2013

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Busco el brillo de la madrugada, miro en sus finales compuertas a ver si está ella, ¿ habitará acaso enterrada en el metal ?, la muerte es un encierro sin afueras, sin otros de adentro, se hace espacio a sí misma, se enrosca en la no-acción, se lleva un deseo enteramente terso, ya no hay esperanzas ni secreciones, ¿ termina de morir la muerte ?, voy a hablaros de ella, aunque la utopía ruja y yo empalme con los gritos que da el olor a ataúd, se me caen las palabras, desean permanecer deslizantes, siempre en el caos, y es que mi amor es un punto compulsivo para la fuga, ella siempre fue el cuerpo de mi lenguaje, la ternura permaneció siempre virgen, mientras, con mis letras la poseía, tocaba su definición en mi desborde, metía espasmos en sus labios y ella se los bebía, se deshacían en su boca, el silencio no tiene ropa pero sí tiene sexo, es como la copa de un crimen en el olvido, o la existencia que se encuentra a sí misma en un momento de amnesia, como la reina derrocada que hoy es su propio topo interior, o un monogamista que canta una canción al único color de su nacimiento, pasa una loca con una guirnalda plateada, tira piedras sobre un poema ante la imposibilidad de nombrarlo, la melancolía y el secreto se lían a hacer el amor hasta resucitar lo prohibido, ¿ como hablar de lo indecible si bajo el llanto de un cofre de pasiones hay tanta soledad suicida y tan lejos de su propia soledad ?, Serge barre el sol con una escoba de zafiros, en Venus hay calles que hablan con nuestros nombres, comparten los besos de nuestras sombras, juntan cielos limpiándoles los versos cuando tiemblan, luego, me pudro en los intermedios de la lluvia, entierro los verbos que tienen una abertura en sus espaldas, hay un cortejo, es una página en blanco, el poeta y cada objeto de su doble retienen entonces creencias caídas, un caballito de fuego escapa desde las uñas de la vida... se pega un balazo al nacer.