martes, 26 de marzo de 2013

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Barrio de amores que estudian para el diablo, ojos de hombre sobre putas de cuerpo que se arrojan como el alma de un lanzador de cuchillos, y en la noche, el café-concierto del amor dibujando sus fantasmas lúbricos, su travesía de adolescente que escucha entre canciones ambiguas, con un ritmo entrecortado que vuela devorando posturas egipcias entre fragmentos del sexo que se amó, si sólo Rocío, hiciera una hoguera en mis labios, y con su fuego inflamara las sílabas que nos atan, si su cuerpo apareciera desnudo en “ésta” palabra, y al mirarnos la distancia se amontonase de espaldas al sol, si tú y yo recogiésemos, mudos, los orgasmos que después de querer estar aquí quisieron no estar, huyendo como una telaraña del miedo que se esparce ante tu espacio para la conquista, con ese resplandor lunar para que te caiga desde el techo, y cubra las flores de agua que mojan tu entrepierna, ...pon ahora tu memoria en mi boca, para que la bese, dame ese instante cerrado en un pedacito gemido, en tu dedo meñique envuelto por un sueño de salivas, bríllame, háblame sola, muere mojada de presencia mía en ti, donde soy lo que necesitas, déjame asomado, para que resbale en tu rostro, para que tu voz dorada de aire beba en la señal exacta de mi silencio, quietos por fin, prueba nuestra verdad, esa que sabe nacerse sola, y saca mi sexo por tu útero, lentamente, háblame desde el alivio, tendida todavía, en esta noche que se cierra, que se va en un instante de inmersión, amoblada de despedidas, que calla su pequeño bebé entre calambres, sin mensajes mejores, es la hora de volverse amor, no me toques más, pon tu cabeza en mi pecho, déjala escrita, ahí, donde soplan más mis latidos, miénteme sobre tu paradero, mi muerte no lo necesita..., yo ya no hago otra cosa más que hablar de mi respiración.