martes, 12 de marzo de 2013

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Hay viejos árboles que se tragan amores, cavan hasta encontrarse con su luz, ella está con un vestido azul, cantando mueve sus piernas, pone el cutis al sol de la ebriedad, tatuada en sus labios blancos, que se me abren de sed y deseo bronceado, hay ramas que la ven, y usan un corazón verde donde colocan sus ecos y latidos, yo la amo así, con esa boca de sandía bien abierta, quiero su sonrisa de manjar en mi sentimiento lila para que se deshoje, pienso: ¿en donde guardaré todo lo que de ella entra en mis pupilas?, ¿donde te acuesto, mía, sobre mi pecho con el rostro de ti?, dame colores para cubrir lo que soy, ahora, fuera de ese vacío de hielos sin verte, porque sueño con el horario blanco de tus dientes, que se arrojan en las ruedas de mi beso fijo en tu voz quieta, cae la noche, tu imagen está unida a mi imagen por una pequeña cuerda, dicen que nunca las sombras vocalizan tu nombre en un poema si no está cubierto por la tinta de todos mis sentimientos sobre tu estómago, eres eso que al llegar a una esquina nunca separa mi sombra de ti, y pone un poquito de dulzura hecha espuma en mis axilas, para que mis brazos te rodeen de auroras, y parezcan nutrirte cuando están fijos en tu espalda, ahora te vuelves agua en mi poesía mojada que tiembla en tus manos, ¡cuántas estaciones se hundirán en tus pasos de polvo si respiro en tu último lado cuando te secas de deseo!, enciendes entonces mis ojos con el color del nacer, y llegas con tu orgasmo a un espasmo de humo que se sale desde el fondo de mi camino, entras a su lugar callado, tomas mi convulsión a punto de irse de sueño, te quedas entonces, con ella, de espaldas a un circulo que coges al oírme abrazado a ti,  creo que para hacerme amarte en el oleaje, al fondo de tu lago, en esa hondura donde nadie te llega, y que es movediza, como un lugar que me sirva para beberte desde tu otro lado de última entrepierna.